Experiencias

Cuando nos pensamos como integrantes del área de pedagogía de la memoria, recordamos algunas preguntas iniciales: ¿qué relaciones se pueden imaginar entre un CCDTyE y una escuela? ¿se puede construir conocimiento desde la trasmisión del horror, o hacen falta nuevas miradas, nuevos lenguajes? Posibles respuestas que vamos encontrando en el devenir de nuestras prácticas cotidianas.

Los Encuentros de Memoria que sustentan nuestras prácticas son espacios de construcción de memorias colectivas, donde la palabra circula, donde la voz de todxs está presente. Porque la memoria es un proceso activo: no una repetición exacta de algo pasado, sino una reconstrucción permanente en un escenario de disputas de sentidos e interpretaciones. Pensarnos desde la pedagogía de la memoria implica tender esos puentes entre el pasado y el presente que permiten problematizar el presente, y pensar el futuro como algo nuevo.

“Perdón profe llegué tarde, me bajaron del bondi”

Previo a los Encuentros de memorias pensamos el Taller a compartir, consultamos si vienen leyendo sobre el tema, si es la primera vez que se acercan al sitio o si tienen alguna inquietud sobre una temática en particular. En algunas ocasiones nos sucede que son las grupalidades que llegan quienes nos interpelan y nos hacen replantear todo lo planificado.

Casi siempre, a los Recorridos y Encuentros en el Archivo lxs profes llegan juntxs con sus estudiantes, ya sea que se trasladen en transporte o caminando. Pero, en esta oportunidad, el grupo de jóvenes que recibiríamos había quedado en reunirse con su profe en la plaza San Martín, a metros del sitio de memoria. Éste no era un dato menor, ya que la concurrencia a la actividad, en este caso, tenía mucho que ver con las ganas y compromisos individuales, más que con la presión de “Tengo que ir porque salimos de la escuela juntxs”.

Nos comenzamos a reunir en círculo en la entrada del museo de sitio , como hacemos habitualmente, y preguntamos si estaban todxs o esperábamos que lleguen más estudiantes. La profe respondió que faltaban algunxs, pero que tal vez no vinieran porque no era su horario habitual de asistencia a clase. Pasados algunos minutos, escuchamos a unx estudiante decir “Ahí viene Martín.” Lo vimos venir desde lejos, ingresando al Pasaje con paso apurado. Al acercarse al grupo expresó, con su voz atravesada por la angustia y otro tanto por la bronca: “Perdón, profe, que llegué tarde, es que me bajaron del bondi”.

Todxs quisimos saber qué le había pasado. Martín se trasladaba desde La Calera, una localidad próxima a la Capital, hacia Córdoba y su abono sólo le cubría hasta el ingreso a la ciudad. Él quería llegar al Encuentro con sus compañerxs y profes, e insistió al chofer que lo dejara seguir un poco más adelante hasta alguna parada próxima a otra línea, y no sólo recibió la negativa del chofer sino la amenaza que lo bajarían con la policía. “Me pasa siempre esto” dijo, “me paran todo el tiempo por nada”. Y así fue como Martín, a pesar de todo, llegó, nos movilizó con su relato, nos hizo reflexionar sobre la vulnerabilidad de sus derechos, sobre la terrible estigmatización en la que cada día lxs jóvenes se ven sumergidxs, y caen presxs bajo la mirada de una sociedad que “no se la juega” y muchas veces asume un rol de control o delación.

Había transcurrido ya más de media hora del encuentro y aún continuábamos en el Pasaje, en ese espacio donde la fachada del sitio de memoria nos invita a dialogar acerca del circuito represivo, la represión ilegal, las interrupciones del orden constitucional... Y, en ese mismo espacio, volvimos a preguntarnos por qué muchxs de nuestrxs pibes, hoy, en esta ciudad sitiada por las fuerzas de seguridad, siguen siendo víctimas de algunos de estos procesos.

Claramente, a esas alturas, lo programado había tomado otro rumbo. Y agradecimos de que así fuera, porque es otro modo de nutrir nuestras prácticas y ejercitar una pedagogía de la pregunta y escucha atentas.

Que Martín estuviera ahí, fue tener la certeza de que las luchas y resistencias continúan, bajo otras modalidades y dinámicas, en el marco del Estado de derecho.

“Santiago y la memoria activa”

En el altillo del ex centro clandestino de detención, actual Sitio de Memoria que es recorrido cotidianamente por cientos de personas, aparecen una serie de inscripciones en las paredes. Son escritos actuales, con lapiceras y fibras, una marca del paso por el lugar. Nos interesa enfocarnos en unas palabras en particular: “Santiago se ahogó” declara una lapicera de tinta azul, e inmediatamente, como un diálogo discontinuo se lee en tinta negra “culpa de la yuta persecuta”.

No podemos disociar esas intervenciones de visitantes al interior del espacio de memoria, del dispositivo que durante dos años captó la atención en el ingreso: la fotografía de metro y medio del rostro de Santiago Maldonado que se encontraba por encima de la puerta de ingreso acompañada por el texto “Respeto, Verdad, Justicia por Santiago Maldonado. Muerto luego de un procedimiento realizado el 1° de agosto de 2017 por Gendarmería”. Dicha fotografía fue colocada cuando se produjo la desaparición del joven, y pedía su aparición con vida. Posteriormente al hallazgo de sus restos se modificó el texto con el objetivo de visibilizar la exigencia de que se investigue y esclarezca el hecho, y de llamar al respeto por parte de la sociedad.

Si bien el dispositivo era observado por cualquiera que transitara por el espacio público, fue también una herramienta para trabajar desde el área de Pedagogía de la Memoria.

Los encuentros de memorias, que se inician en el pasaje, parten de la invitación a observar y a conversar en torno a los elementos que llamen la atención. Durante los dos años en que el cartel estuvo en el ingreso, tuvo una atención central por parte de los participantes y ello significó un puntapié para abordar distintas temáticas. Siempre devolvimos la pregunta cuando se nos consultó por qué la foto estaba allí. Y fue desde cada colectivo, cada grupo, que surgieron las distintas posiciones en torno al caso. El debate y el disenso son bienvenidos en todo momento, porque es sobre la disputa de sentidos que construimos memoria y que podemos delinear colectivamente qué sociedad queremos ser.

La foto de Santiago nos permitió problematizar ciertos mecanismos justificatorios que surgieron desde algunos medios de comunicación y cómo la población sentenció y opinó sobre el caso repitiendo -en el mejor de los casos sin saber- ciertos discursos que circularon también durante los ´70 acerca del “otrx peligroso” que respondía a un estereotipo, que merecía, o había buscado terminar de esa manera.

La noción de identidad, de participación política, el significado del Estado de Derecho y las falencias que tiene la democracia fueron puestas en consideración y formalizadas como conceptos clave. La explicación institucional a su vez, determinó que para que verdaderamente podamos construir un Nunca más, debemos prestar atención al accionar de las fuerzas de seguridad del Estado, y que no podemos como sociedad mirar al pasado con profunda tristeza sin discutir el presente. No es posible el Nunca Más sin Facundo Rivera Alegre, desaparecido en Córdoba en 2012. No es posible el Nunca Más con el Güere Pellico asesinado por la espalda por efectivos de la policía de la provincia en 2014. No es posible el Nunca Más sin Jorge Julio López, sin Rafael Nahuel, sin Yamila Cuello, sin Laura Moyano y todas las víctimas de travesticidio y transfemicidio, no es posible el Nunca Más si los Derechos Humanos no son garantizados integralmente para todas las personas, respetando la pluralidad de identidades.

La imagen de Santiago estaba, en definitiva, en representación de decenas de casos que son susceptibles de ser analizados en el marco de los encuentros de memorias. Casos que son mencionados por los propios estudiantes al relacionar el accionar irregular de las fuerzas de seguridad, con desapariciones en democracia, situaciones de gatillo fácil y violencia institucional, como así también al pensar en las pretendidas justificaciones a la violencia de género esgrimidas desde los medios que se centran en las características de las víctimas, sus edades, hábitos, vestimentas.

Estas situaciones habilitan a la comprensión de que memoria no es sólo recordar hechos del pasado si no que es una acción anclada en un presente atravesado por problemáticas, disputas, conflictos, continuidades de algunas de las prácticas que el mismo Sitio de Memoria denuncia, entendiendo siempre que somos sujetos políticos e históricos.

“El árbol de la palabra y la memoria”

En mayo de 2021, en el marco del programa Jóvenes Activando Memorias[1], compartimos un encuentro con integrantes del comedor “Pancitas Calientes” de barrio Marqués Anexo.

Durante el recorrido por el sitio de memoria una joven se preguntó qué habrían sentido quienes fueron secuestradxs por el terrorismo de Estado y trasladadxs a los CCD. De manera empática manifestó la intriga de haberse sabido blanco de la persecución ¿Cómo sería saber que vos eras el enemigo? Saber que por ser como sos te quieren eliminar?

Tras transitar el museo de sitio compartimos un diálogo en el Patio de las Luces. Allí, bajo el memorial de luces por la identidad, y junto a un mural de fotos de la intervención urbana “Los árboles de la vida”[2], se encuentra un Lapacho con fotografías de personas desaparecidas, parte de la mencionada intervención que recuerda a las víctimas de la Megacausa contra el terrorismo de Estado en Córdoba.

Lxs presentes nos ubicamos en ronda, rodeando una serie de cubos con fotografías del Colectivo Manifiesto[3] que retratan distintas escenas de la vida social cordobesa: manifestaciones sociales, marchas, festividades, acciones colectivas, luchas por derechos y el accionar represivo de las fuerzas de seguridad.

Tanto el recorrido por el sitio de memoria, como las fotografías y los elementos que nos rodeaban dieron lugar a los comentarios, preguntas y reflexiones.

Además del impacto que expresaron sentir por recorrer los pasillos del ex CCD, comentaron que el árbol de la vida les recordaba al árbol presente en la escuela del barrio.

En el patio del IPEM 338 Salvador Mazza hay un árbol de la palabra y la memoria, en el cual se recuerda cada semana del 24 de marzo, a las víctimas del terrorismo de Estado. Pero además, ese árbol es el lugar de recuerdo de jóvenes que murieron entre 2009 y la actualidad, fruto de la violencia entre jóvenes de la zona, y del mismo modo que en el Lapacho, se cuelgan las fotos para hacer presentes esas ausencias. El compromiso de “cambiar balas por palabras”, impulsado por la Directora Rosa Merlo y el Vicedirector José Luis Falco, es que la escuela sea un espacio de vida, que contenga a la juventud y brinde herramientas para sanar la herida social de la violencia, haciendo un ejercicio constante de memoria.

Lxs jóvenes del comedor Pancitas Calientes comentaron que ese contexto es agravado por el accionar de la institución policial que hostiga, amedrenta y violenta

[1]El programa Jóvenes Activando Memoria fue impulsado por la Agencia Córdoba Joven junto al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos y los Espacios para la Memoria de Córdoba. Esta iniciativa promueve y facilita el acceso de grupos de jóvenes a los espacios de memoria con el propósito de abordar la historia reciente y su vinculación con el presente.

[2] https://apm.gov.ar/apm/%C3%A1rboles-de-la-vida

[3] https://www.facebook.com/colectivo.manifiesto.9/

“Las cartas sobre la mesa”

Previamente a los encuentros, pensamos en el taller que vamos a compartir con cada grupalidad, en función de algunos criterios tales como las edades, ubicación de la escuela (para retomar memorias en territorio) entre otros. En esa ocasión, en que se acercaba una escuela de barrio Las violetas de la ciudad de Córdoba, habíamos previsto la posibilidad de realizar un taller con postales de DDHH, una herramienta pedagógica generada por el colectivo de arte y política “¿Vivimos en el país del nunca más?”. Estas postales nos sirven para estimular reflexiones en torno a la situación de los DDHH en el presente, y debatir cuáles son las problemáticas de lxs jóvenes con relación a ello.

Sucedió que, aquel día, lxs estudiantes comenzaron a compartir diferentes experiencias que habían tenido con la policía: las demoras y detenciones por “portación de rostro”, por tener “gorra'' o por pertenecer a un barrio estigmatizado socialmente o “marcado” por las fuerzas de seguridad. Pudimos reflexionar, colectivamente, cómo se construyen y se reproducen socialmente estereotipos de “otrxs peligrosxs”. Cuál es, hoy, el rol de la policía, cuáles serían las continuidades y rupturas que atraviesan tanto los períodos democráticos como los estados de excepción. En instancias como éstas es cuando cobra vigencia, desde nuestra perspectiva, el rol de los sitios de memoria como espacios para las juventudes, donde la memoria sobre el pasado se actualiza para problematizar el presente.

“Los pañuelos como símbolo de lucha”

Partiendo de la premisa de que no existen unos Derechos Humanos de ayer y otros de hoy, quisiéramos compartir otra anécdota que tuvo lugar en una institución escolar pública, en la cual veníamos desarrollando diferentes propuestas pedagógicas que culminarían en una marca de memoria. Decidimos plantear un taller de Derecho Humanos, con el objetivo de develar cuáles son los DDHH del presente que preocupan a lxs estudiantes, reconocer cuáles estarían siendo vulnerados y se transforman en presentes de lucha. Luego de un debate en grupo, la invitación fue a expresarlo en un collage sobre pañuelos enormes, de diferentes formas y colores que habíamos llevado y que luego serían expuestos en el colegio. Reconocimos que los pañuelos son un símbolo de lucha heredado de las Abuelas de Plaza de Mayo, pero que actualmente tenemos pañuelos de diversos colores, que representan diferentes luchas colectivas. A través de ellos podemos expresarnos políticamente, más allá de la militancia partidaria.

Al presentar la propuesta, la primera reacción de la directora de la escuela fue: “¿qué tiene que ver esta actividad con la construcción de una marca de memoria en homenaje a lxs desaparecidxs del colegio?” . Este interrogante permitió problematizar si la violación a los DDHH queda circunscripta a lo que fue el terrorismo de Estado, o bien, pese a que sea difícil soportar la idea, que en democracia también se vulneran DDHH y que quienes tenemos potestad de exigir y reclamar somos nosotrxs, desde el presente que habitamos. En ese contexto, resultó evidente la necesidad de repensar el rol del Estado como garante de DDHH y como el único que vulnera, viola u omite su cumplimiento.

Fue así, en medio de esa disputa de sentidos, como finalmente se desarrolló el taller y el colegio quedó intervenido con pañuelos de diferentes colores que albergaban las voces de lxs pibes reclamando sus derechos, aquellos que consideran que están siendo vulnerados en el presente.