Ex CCDTyE

EX CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIÓN, TORTURA Y EXTERMINIO "LA PERLA"

El Centro Clandestino de Detención conocido como “La Perla” fue uno de los centros de exterminios más grandes dentro del aparato represivo de la última dictadura cívico militar. Funcionó entre principios de 1976 y fines de 1978 a cargo del Tercer Cuerpo de Ejército, comandado por Luciano Benjamín Menéndez.

En ese lapso de tiempo, entre 2200 y 2500 personas permanecieron cautivas allí, la mayoría de ellas siendo asesinadas e inhumadas clandestinamente en los terrenos aledaños y aún hoy permanecen desaparecidas.

El CCDTyE "La Perla" fue, como los más de 800 centros clandestinos de detención del país, un engranaje central del Plan sistemático de exterminio a la oposición política.

¿Cómo fueron posibles centros de exterminio como La Perla?

Recorrido histórico.

El Espacio para la Memoria propone un recorrido por el sitio que permite comprender cómo era el funcionamiento de este centro clandestino en tanto engranaje del circuito represivo de Córdoba.

Esta señalización se sustenta en los edificios como referentes espaciales y sugiere un orden de recorrido en función de la vivencia que tuvieron los detenidos – desaparecidos que estuvieron en cautiverio aquí.

La determinación de datos como números, fechas o nombres es provisoria e incompleta por la clandestinidad de la represión y el ocultamiento de archivos. Gran parte de la información ha sido reconstruida a través de los testimonios de las víctimas sobrevivientes.

RECORRIDO HISTÓRICO: FUNCIONAMIENTO DEL CENTRO CLANDESTINO DE DETENCIÓN TORTURA Y EXTERMINIO.

1 - La Perla. Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio.

La Perla fue uno de los Centros Clandestinos de Detención Tortura y Exterminio (CCDTyE) más grande del interior del país. Comenzó a funcionar con el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 hasta fines de 1978. Se estima que en ese período permanecieron en cautiverio entre 2200 y 2500 personas. La gran mayoría continúan desaparecidas.

El Estado Terrorista, en su faz pública, suspendió todas las garantías constitucionales, impuso la disolución del Congreso Nacional y declaró caducos los mandatos de las autoridades del Estado; intervino el Poder Judicial, suspendió los partidos políticos, e instaló una férrea censura en los medios de comunicación. En su faz clandestina profundizó un sistema represivo que venía implementándose antes del golpe de estado. En la provincia de Córdoba los antecedentes son el golpe policial de marzo de 1974 conocido como el ‘Navarrazo’ y, desde mediados de 1975,el funcionamiento del escuadrón paramilitar y parapolicial autodenominado ‘Comando Libertadores de América’. Desde el 24 de marzo se sistematiza la represión bajo el mando del Tercer Cuerpo de Ejército. El aparato represivo, cuyo eje central eran los Centros Clandestinos de Detención, tenía como objetivo la persecución y eliminación de cualquier forma de participación política que confrontara con el proyecto político, económico y cultural impuesto por la dictadura.

2 – EL TERRITORIO REPRESIVO

En la provincia de Córdoba estaba la sede del Comando del III Cuerpo de Ejército, que  controlaba la represión en 10 provincias argentinas. La red represiva montada tuvo como epicentro al Destacamento de Inteligencia 141 “General Irribarren” que concentraba toda la información, procesaba el trabajo de inteligencia y coordinaba las acciones de las Fuerzas Armadas y de Seguridad en la llamada “Comunidad Informativa de Inteligencia”. La red articulaba “La Perla” con “Campo de La Ribera”, el  “D2”, dependencias policiales, militares, penitenciarias y de gobierno.

La implementación sistemática del terrorismo de Estado generó una estructura operativa que implicaba la división de todo el territorio nacional en zonas. Esta división permitía tener más capacidad de controla partir de una aceitada cadena de mando. Esta planificación puso en funcionamiento más de 760 centros clandestinos de detención en Argentina, lugares clandestinos donde la tortura fue sistemática, una maquinaria alimentada los secuestros, cuya actividad era oculta pero a la vez conocida, “un secreto a voces”.

3 – LOS SECUESTROS

Por la calle empedrada del interior del predio ingresaban los vehículos que traían a las víctimas después de los operativos de secuestro. Una vez capturadas, las personas eran vendadas, maniatadas y conducidas hasta “La Perla” en el baúl o en el piso de los asientos traseros de los vehículos, ignorando de ahí en más cuál sería su destino. En ocasiones eran llevadas previamente a otros lugares de detención clandestina tales como comisarías, el Departamento de Inteligencia de la Policía de la Provincia (D2), Campo de la Ribera o el Puesto Caminero de Pilar.

El secuestro de personas constituyó una metodología sistemática, era el primer mecanismo de desaparición de las víctimas dentro del plan de exterminio. Las personas eran privadas ilegalmente de su libertad sin una orden judicial. Los secuestros se realizaban tanto de día como de noche, en la calle, en los domicilios particulares, o en los lugares de trabajo, con un gran despliegue de vehículos y hombres armados que reducían al secuestrado y a toda persona que intentara evitar estos “operativos”. En muchos casos, los secuestradores vestían de civil y sin ninguna identificación como miembros de la policía o de las Fuerzas Armadas.

4 – EL INGRESO AL CAMPO

Este lugar implicó para la mayoría de los detenidos-desaparecidos el lugar de entrada al centro de exterminio. Aquí eran descargados como “bultos” y llevados inmediatamente a las oficinas. Por eso es reconocido por las víctimas sobrevivientes como el “ingreso” a La Perla.

Representa el umbral a un mundo concentracionario ideado para destruir proyectos y organizaciones políticas. Las técnicas represivas, cuidadosamente elaboradas a partir de otras experiencias como el nazismo o Argelia apuntaban, a arrasar la personalidad de las víctimas, anular su voluntad o cualquier posibilidad de resistencia mediante su exposición a tratos inhumanos e indignos.

El lenguaje represivo del campo utiliza eufemismos como otra manera más de negar la condición humana de los secuestrados. Los represores no hablaban de personas sino de “bultos”, los secuestrados no tenían nombre sino número, no hablaban de asesinar sino de “trasladar”, no hablaban de tortura sino de “interrogatorios”, llamaban a la sala de tortura “margarita” o “sala de terapia intensiva”.

5 - LAS OFICINAS

Las habitaciones contiguas a "la cuadra" denominas "oficinas" tuvieron como principal función sistematizar y almacenar la información arrancada bajo tortura a los detenidos-desaparecidos.

Al llegar, a cada secuestrado se le asignaba un número que suplantaría su nombre dentro del campo, y se confeccionaban carpetas y listados en los que se registraba su identidad y pertenencia política. Por este procedimiento todas las personas secuestradas fueron registradas en listas elaboradas por triplicado: mientras que una copia permanecía en la Jefatura de “La Perla”, otra era enviada al Destacamento 141 y la última quedaba en manos del Jefe del III Cuerpo de Ejército. La burocratización y sistematicidad en las prácticas represivas da cuenta de una “administración racional” del terror y la muerte.

Las oficinas fueron también un lugar de tortura. Lo que en la jerga del campo se llamaba “el previo” o “el ablande”, combinaba los castigos físicos con extorsiones y amenazas a las víctimas. Para ello se utilizaba la información acumulada previamente en forma ilegal por los “servicios de inteligencia” del Estado. Luego las personas eran llevadas a la sala de tortura ubicada en el extremo de los galpones de automotores. Estas habitaciones también se utilizaron como lugar de cautiverio y para “preparar” a los secuestrados elegidos para ser asesinados. Para esto último, se les ajustaba con fuerza la venda, se les ataban las manos y se los amordazaba para que no pudiesen defenderse.

6 - LA CUADRA

Este es el lugar donde los secuestrados pasaban la mayor parte de su cautiverio. A lo largo del funcionamiento de este centro clandestino, la cuadra albergó un número variable de personas, llegando en algunos momentos a alojar simultáneamente más de cien.

Los secuestrados eran traídos aquí gravemente heridos luego de los tormentos psíquicos y físicos padecidos en las oficinas y la sala de torturas. En general, pasaban todo el día acostados o sentados en colchonetas de paja y tapados con mantas de lana, vendados y maniatados, permanentemente vigilados y con la estricta prohibición de comunicarse.

La venda en los ojos, la inmovilidad, ser llamados por un número, ser testigos del sufrimiento de otras personas, sumados a la incertidumbre sobre el propio destino y el de los demás, formaron parte de los mecanismos utilizados para deshumanizar a los detenidos desaparecidos y arrasar su personalidad.

En esas condiciones, la supervivencia muchas veces fue posible sólo gracias al auxilio que pudieron brindarle los propios compañeros de cautiverio. Estos gestos de solidaridad permitieron sobrellevar las durísimas experiencias vividas como pequeñas resistencias a la deshumanización que implicaba estar en el campo de concentración.

7 –BAÑOS, DUCHAS Y PILETONES

Los secuestrados que precisaban ir al baño debían solicitarlo a la guardia de gendarmería apostada a la entrada de estas instalaciones. Circunstancialmente se les permitía asearse en las duchas o los piletones, por lo general en grupo. Compartir estos espacios constituía casi el único momento donde se relajaban las estrictas normas de incomunicación, por lo que allí las víctimas podían intercambiar alguna palabra o levantarse la venda, mirar y mirarse.

La relativa “intimidad” que proporcionaba el baño o las duchas muchas veces era violada por los guardias, quienes aprovechaban ese momento para observar, sobre todo a las prisioneras, cuando se bañaban. La mirada sobre el cuerpo desnudo era vivida como otra forma de vejación. En estos espacios también se acumulaba ropa sustraída a las víctimas. De esa pila algunos secuestrados pudieron reconocer prendas de personas conocidas que habían pasado por el campo con anterioridad. En otros casos esta ropa era reutilizada por otros secuestrados para abrigarse.

Modificaciones edilicias.

Estas tres habitaciones han sido modificadas sustancialmente con el uso del espacio como cuartel militar. La zona de duchas no tenía muros divisorios y los piletones de cemento fueron reemplazados por bachas. Se modificaron todos los revestimientos de las paredes que estaban cubiertas con azulejos blancos. En los baños, donde anteriormente había letrinas, se colocaron sanitarios.

8 - EL GALPÓN DE AUTOMOTORES

Este galpón tuvo dos funciones centrales. La primera como lugar de reparación y mantenimiento de los vehículos que eran usados para los secuestros y los traslados. La segunda como depósito de las pertenencias robadas sistemáticamente a las víctimas en los operativos de secuestro. Este ‘botín’ era repartido entre los represores, lo que, más de una vez, generó disputas entre ellos. 

Los represores de La Perla tenían como práctica habitual robar vehículos que eran reparados y limpiados en este lugarpara realizar nuevos operativos.Para realizar esta tarea se utilizaba, como mano de obra esclava, a un grupo de secuestrados que a veces trabajaba hasta doce horas por día. Dos vehículos en particular son identificados entre los sobrevivientes: el camión que realizaba los “traslados” de secuestrados para ser fusilados y el Ford Taunus de techo vinílico y equipado con una radio que conducía, durante los secuestros, el Capitán Acosta.

La represión montó una estructura delictiva de robo y saqueo de los objetos de las casas de los secuestrados. La reventa de estos objetos por su valor económico también implico la pérdida y desaparición de objetos de valor afectivo como fotografías, cartas y objetos personales de los desaparecidos.

9 - LA SALA DE TORTURAS

Los represores la llamaban a la sala de torturas físicas, la “sala de terapia intensiva” en alusión a su idea de estar “extirpando el mal de la Patria”,  o “Margarita” en alusión a una de las formas de las picanas eléctricas.

Las torturas físicas consistían en atar a cada secuestrado, desnudo y vendado, a una cama de hierro para aplicarle descargas eléctricas, golpes de palo en las articulaciones, puñetazos y vejaciones. También se los ahogaba en tachos de agua, o se les producía asfixia con bolsas plásticas. Entre todos estos tormentos, los torturadores alternaban sus preguntas, por ello llamaban cínicamente a estas prácticas como “interrogatorios”. En ocasiones, se hacía escuchar la tortura de otros prisioneros, o se llevaba a una persona que tenía una relación cercana con el torturado y se la amenazaba o torturaba en su presencia.

El fin inmediato de las torturas era arrancar a los prisioneros la información necesaria sobre la identidad y la localización de potenciales víctimas de nuevos secuestros. Los torturadores eran salvajes con los secuestrados pero evitaban matarlos, ya que un prisionero muerto no era “útil” para continuar con la cadena de secuestros. Sin embargo, en varias ocasiones las personas secuestradas murieron en estas “sesiones”. Como fin mediato, los tormentos físicos buscaban, a través del terror infringido, eliminar cualquier intento de resistencia de las víctimas. 

Tanto en la vista de la CONADEP de 1984, como al momento de que este lugar se trasformó en Espacio para la Memoria en 2007, en esta habitación funcionaba un taller mecánico. A pesar de estos cambios, tanto la puerta negra como el portón doble fueron identificados por los sobrevivientes como los existentes al momento de funcionamiento del campo de exterminio.

10 – EL EXTERMINIO

El campo de concentración La Perla funcionó centralmente como un lugar de exterminio. Las decisiones sobre quiénes iban a ser asesinados eran tomadas en el Destacamento de Inteligencia 141 bajo el control del Comando del Tercer Cuerpo, aunque en algunos casos esta decisión también fue tomada por los jefes del centro clandestino. 

Los secuestrados eran, en general, sacados de la cuadra para ser fusilados en los campos aledaños a este predio por personal militar. Este procedimiento era denominado con el eufemismo de “traslados”. Participaban tanto los responsables de “La Perla” como otros integrantes de diferentes divisiones del Ejército llamados “números”. De esta manera se aseguraba que todos los integrantes de las fuerzas armadas participaran de estos crímenes estableciendo un “pacto de sangre” que buscaba el silencio y la impunidad. 

En otras ocasiones, los secuestrados eran asesinados y se los hacía aparecer muertos en la vía pública como si hubieran protagonizado un enfrentamiento armado. Estos operativos fraguados tenían como objetivo sembrar el terror en la población y justificar el accionar de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Eran llamados en la jerga del campo como “operativos ventilador”.

LA “DESAPARICIÓN” DE LOS CUERPOS 

La mayoría de las personas que fueron asesinadas durante el golpe cívico militar continúan “desaparecidas”. En La Perla fueron enterradas  –mayoritariamente- en fosas comunes en los campos del III Cuerpo de Ejército que colindan con este predio. Esta metodología de ocultamiento sistemático de los cuerpos, la principal prueba de los asesinatos cometidos, buscó encubrir la responsabilidad de los represores respecto de sus crímenes. 

En algunos de estos casos los cuerpos de las víctimas fueron localizados, identificados y entregados a sus familias gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense. Cada identificación, cada restitución de un cuerpo  nos restituye, como personas y como pueblo, la dignidad herida por estos crímenes aberrantes.

Entre los familiares y amigos de las víctimas la ausencia del cuerpo, la incertidumbre sobre su ubicación y circunstancias de muerte impiden, al día de hoy realizar el duelo en nuestras sociedades. A nivel social el terror que generó esta práctica plantea una herida que se perpetúa hasta el presente.

11 - SOBREVIVIR A LA PERLA

Las decisiones sobre la supervivencia de las personas fue producto de la arbitrariedadde los responsables mediatos e inmediatos del campo de exterminio. Hasta el momento se conoce que han sobrevivido doscientas víctimas que pasaron por La Perla. Entre las mismas hubo personas que estuvieron en cautiverio horas y otras que estuvieron años.

Las víctimas que sobrevivieron fueron sacadas del campo de diferentes formas. En algunos casos fueron llevados a una cárcel, previo paso por otro centro clandestino, esto era denominado “blanqueo” por los represores. Otra forma de salida fue una especie de transición, de “libertad vigilada” o “secuestro domicilario”, donde se permitía a los secuestrados visitar a sus familias y con el tiempo quedarse en sus casas. Esta modalidad significó el acoso constante de los secuestradores a sus familiares y allegados, aun en democracia.

Mientras estuvieron en cautiverio los secuestrados se repetían unos a otros “el que salga tiene que contar”.  Su palabra ha sido uno de los pilares  en la construcción de la memoria sobre la existencia de los campos de concentración.  Es gracias a sus testimonios que conocemos sus características, funcionamiento y las identidades de muchas de las víctimas y responsables. Frente al ocultamiento de los cuerpos y de los archivos, sus testimonios constituyen pruebas invaluables que permiten que se esté juzgando a los responsables de los crímenes que se cometieron en lugares como este.

Postales "Memorias de La Perla".

Estas postales presentan fragmentos de testimonios de víctimas sobrevivientes que cuentan, en primera persona, lo vivido dentro del campo.

Testimonios sobre la cuadra, las oficinas, los baños y duchas, el galpón de automotores, entre otros.

Postales "Memorias de La Perla"
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Testimonios sobre el centro clandestino de detención, tortura y exterminio

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Presentes

Memorial virtual

Espacio donde recordamos y homenajeamos a quienes fueron asesinados y desaparecidos por el Estado terrorista entre 1966 - 1983 y cuya memoria, de distintas formas, está ligada a Córdoba.