Un pedacito de campo entre la mugre, por Jeta Brava

Claudio Luis Román Forastelli y Gustavo Daniel Torres Barrio

Siempre intentamos -y queremos- abrir mucho la cancha. No esquivar el barro y llenar los espacios y los días de poesía. Somos Jeta Brava, un colectivo cultural de la Ciudad de Córdoba que ejercita la búsqueda sensitiva desde el campo popular para construir múltiples sentidos que nos liberen a través de la palabra. Nos gusta convidar lo que hacemos para expandir miradas, lecturas y percepciones sensibles. Esta producción audiovisual, en estos días tan distintos, nos propuso una vez más, hacer para compartir, hacer para ejercitar la memoria que busca esclarecer y sanar, hallar y recuperar corporalidades. Nombres que habitaron nuestra ciudad.

Esperamos puedan viajar con Jeta Brava en esta expedición a la palabra, a las voces de les jóvenes, a los sonidos ambiente y las imágenes de esta Córdoba que amamos tanto y, a veces, tememos por igual.

Un pedacito de campo entre la mugre, por Zoe Nan

Vivimos en una ciudad hecha a nuestra escala. Si mirás para arriba te das cuenta que los edificios parecen estar hechos a nuestra medida. Ni muy grandes para sentirnos insignificantes, ni muy chicos para que no creamos que no entramos en tan poco espacio.

En esta tapita de ciudad nos conocemos todos, pero no lo suficiente para entendernos. Estamos divididos por un río que nos cruza y baja, haciendo parecer que la ciudad está unida. Un pedacito de campo entre la mugre.

Hay un árbol en cada cuadra, tres iglesias en cada barrio y un ambiente distinto dependiendo de lo que te guste hacer. Si prestás un poco de atención se puede hacer una clasificación de tres tipos de edificios: los nuevos, que si los ves solos, parecen sacados de una ciudad que no es a medida; los viejos, que son esos que tienen balcones y escaleras por dentro y fuera y, el último grupo, que son esas casas que vamos haciendo mientras vivimos.

Agrupamos todo en una mezcla intercalada de cada uno de esos edificios. Y de vez en cuando si tenés suerte estás cerca de algunos de esos lugares que parecen escuelas nuevas. Esas que tienen ventanales en vez de paredes y espacios abiertos en vez de rejas. Escuelas que tienen en cada banco la palabra estudiante impresa. Este es el grupo de edificios más lindos que gritan “Libertad responsable”, “Revolución”.

De ahí nacen los del plan de una ciudad distinta: esa es la gente que tiene un libro, una cadenita colgando y un poco de plata guardada. Que sabe que el amor a un amigo es lo mejor que hay, que no importa a donde se vaya siempre la ciudad lo está esperando. Sabe que el nombre, “Córdoba”, es lo mejor que tenemos. Hacen todo lo que pueden porque la vida se pasa, porque el río corre, porque los ventanales se cierran y los amigos duran lo que tienen que durar si nadie te los quita. Que también hay una familia, que ser hijo quiere decir que hay una madre y es mejor tener una remera con una consigna que un chaleco antibalas. Esa es la gente que tiene un cuaderno para anotar las ideas que algún día pueden cambiar el mundo. Creen que la juventud es eterna, que el amor nos va a ayudar después de todo, que el flan casero es el mejor postre que existe y que, siempre, van un poco adelantados, un poco corridos, fuera de foco, un poco desviados.

El día a día se convierte en una tarea de hacer para ser un poco mejores porque así no hay forma de que vayamos a retroceder.

Hay otros que bardean como si fuera la única forma que tenemos de entendernos. Esos que piensan que, revolucionar un poco cada tanto el estado de las cosas, va a terminar por destruirnos. A esos les gustan las listas negras y la policía.

Están los que se resisten, los que siguen igual. Los que hacen silencio.

Y los peores de todos los que tienen esta ciudad: los que cierran los ojos y se hacen los desentendidos porque creen que cuando la libertad se acabe, la vida cotidiana que conocemos no va a morirse.