La abuela Sonia

Sonia Herminia Torres o "La Choni", como cariñosamente le decimos, nació el 2 de septiembre de 1929 en Villa Dolores. Siempre que hablaba de su niñez recordaba con amor y felicidad los días en aquel lugar tranquilo del Valle de Traslasierras, una infancia de trepar árboles y jugar en la calle. “Tuve una infancia feliz”, siempre decía. En la juventud se trasladó a Rosario para poder estudiar la carrera de Farmacia, no era común en esa época que una muchacha dejara la casa para ir a estudiar. Sonia finalmente terminó sus estudios en la Universidad Nacional de Córdoba y fue la primera universitaria mujer de su familia.

En la ciudad de Córdoba conoció a Enrique Parodi con quién tuvo tres hijos: Luis, Silvina y Giselle. Sus hijos eran su orgullo, para ella la lucha y perseverancia se la habían enseñado ellos.

Su vida dio un vuelco cuando, el 26 de marzo de 1976, su hija Silvina junto con su esposo, Daniel Orozco, fueron secuestrados en la casa donde vivían en barrio Alta Córdoba. Silvina estaba embarazada de 6 meses y medio, ese bebé era el primer nieto de Sonia y toda la familia lo esperaban con mucho amor.

A partir de ese momento Sonia, en una batalla contra el tiempo, el dolor y la angustia… no paró de buscarlos. Entendió que la lucha era colectiva, que eso que le pasó a ella, le estaba pasando a muchas mujeres, a muchas familias en ese momento en nuestro país.

En plena dictadura, Sonia se unió a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo, juntas asumieron que el dolor que tenían dentro iba a ser el motor para buscar la verdad sobre lo que habían hecho con sus hijos e hijas y saber a quiénes habían entregado a sus nietos y nietas.

Al comienzo, la búsqueda de las Abuelas era solitaria y peligrosa, sin embargo, la convicción fue más fuerte, no bajar los brazos hasta que el último nieto recupere su identidad y se lograra justicia por sus seres queridos.

En ese camino de búsqueda de justicia, Sonia tuvo que pasar momentos muy duros. En el año 2002 estuvo sentada en el banquillo de los acusados, imputada injustamente de haber calumniado a Tránsito Rigatuso, quien fuera director de la escuela Manuel Belgrano en los años previos al golpe, por haber dicho en una entrevista que Rigatuso había entregado listas con nombres de estudiantes y ex estudiantes de la escuela, que se encontraban desaparecidos, entre ellos, el de su hija Silvina. En ese juicio, que duró cuatro años, Sonia fue absuelta, ya que quedó comprobado en la Justicia que Rigatuso realizó y entregó listas de estudiantes y docentes que fueron perseguidos y secuestrados por la última dictadura militar.

Al terminar el juicio, en la lectura de la sentencia, afuera de tribunales había cientos de estudiantes y profesores que esperaban emocionados que Sonia saliera para abrazarla y ovacionarla. Ese hecho histórico quedó grabado en el corazón de Sonia para siempre.

El 15 de septiembre de 2023, en una iniciativa conjunta del Archivo Provincial de la Memoria y el Observatorio de Derechos Humanos de la Secretaria de Extensión, se restituyeron legajos a familiares de víctimas del terrorismo de Estado que estudiaban en la Escuela Superior de Comercio Manuel Belgrano.

A pesar de las amenazas, y del violento ataque sufrido en el año 2006, cuando entraron a su casa, y la sometieron a simulacros de fusilamiento; y la golpearon dejándole una secuela de por vida que le redujo la audición, Sonia decía no tener miedo. Esa abuela menudita y tranquila, decía que lo peor que podía pasarle a una madre ya le había pasado, que ya no podía tener más miedo…aún así, siguió, siguió hasta ver el gran juicio conocido como “Mega causa La perla” en el que, entre muchos otros casos, se juzgó el secuestro, privación ilegal de la libertad y torturas de Silvina y Daniel, la desaparición de ambos y la del hijo de ellos nacido en cautiverio. Siguió...y pudo escuchar las condenas a prisión perpetua impuesta a los responsables de tanto dolor y lloró, porque la memoria la ayudó a convertir en palabras, ante el tribunal, la verdad de lo ocurrido y vivido, porque al fin se hizo justicia y sintió un poco de paz.

Así era Sonia, la Choni, tenía un coraje inimaginable y un amor más grande aún. El tiempo fue llevándose a sus compañeras de ruta, primero a Otilia y luego a Irma, pero Abuelas también fue creciendo y la tarea de búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia no se detuvo. La creatividad e imaginación que ellas fueron construyendo para convocar a los jóvenes que dudaban de su identidad era infinita. Así, lograron que artistas plásticos; actrices y actores; músicos; intelectuales; escritores y escritoras; tejedoras se unieran a la lucha de Abuelas.

La Choni dejó este mundo a sus 94 años, el 20 de octubre de 2024, tristemente partió sin poder abrazar a su nieto, que amó y buscó incansablemente. Y ‘la esperanza tatuada en su corazón’ se trasladó a los nuestros y al de todos, todas y todes quienes trabajan día a día por mantener viva la memoria y el recuerdo de quienes tanto amamos, en la búsqueda constante por encontrar la verdad y por no permitir que la impunidad nos atrape y así reiterar hechos e historias luctuosas.

Cuando aparezcas, cuando te encuentres, por fin, vas a saber que ese amor que tu abuela tenía guardado para vos era tan grande, tan grande que le alcanzó para regarlo por todos los patios, por todos los corazones de quienes la conocimos y tuvimos el honor de hacerla también nuestra abuela.